Reseña bibliográfica de «La nuca de Houssay. La ciencia argentina entre Billiken y el exilio».

Reseña bibliográfica de “La nuca de Houssay. La ciencia

argentina entre Billiken y el exilio”  (por Patricio Luxardo).

Ø  Introducción

La recopilación de datos referentes a Bernardo Houssay por parte de uno de sus discípulos MarcelinoCereijido no tuvo en sus albores la finalidad de conformar un libro, distante a ello tenía como objeto la disertación que se le encomendó al nombrado para conmemorar el centenario del natalicio del científico aludido, circunstancia que no pudo concretar. El autor reparó en que el frondoso material superaba lo necesario para relatar exclusivamente la vida de B. Houssay para traslucir que su derrotero se trataba de un arquetipo latinoamericano cuyo factor común era: generación de investigadores que luego marchaban al exilio.

Ø  Desarrollo

La reseña versará especialmente sobre aquellos temas que tuvieron injerencia durante el dictado del modulo.

·         La nuca

Desde el inicio M.Cereijidose refiere a una de las palabras –Billiken-aludida en el subtítulo, al tratar las incógnitas que lo aquejaban en su infancia. Así hace mención que sus padres comenzaron a comprarle aquella revista cuando estaba en tercer grado, la que contenía una sección dedicada a hombres ilustres como Mozart o Galileo, Pasteur o Carlomagno, los cuales reunían algunas características en común: todos habían sido muy pobres al principio de sus vidas, querían mucho a sus padres y maestros y ninguno había faltado ni un solo día a la escuela. A estos requisitos su madre y abuela agregaban que el secreto de la grandeza estaba en que nunca habían dejado de tomar la sopa.[2]

Bernardo Alberto Houssaynació el 10 de abril de 1887 en la ciudad de Buenos Aires y falleció allí el 21 de septiembre de 1971, gozó de buena salud y trabajó hasta el final de sus días. Los únicos percances físicos que el autor le conoció fueron la enfermedad de la gota y un ligero tic en su mejilla derecha, que denotaba que se encontraba en desacuerdo, que le disgustaba una persona o que debía cambiar de tema.

Se formó en la cosmovisión de la Argentina que se preparaba para el despegue de principios de siglo xx. Su tesis fue calificada con 10 puntos y premiada en 1911 con el galardón Facultad de Ciencias Médicas. Al recibirse ejerció por un tiempo la profesión. En 1919, fue nombrado profesor titular de fisiología en la Facultad de Medicina, poco tiempo después cerró su consultorio, renunció a todos los cargos y se dedicó exclusivamente a la ciencia. En 1947 fue el primer latinoamericano laureado en Ciencias al recibir el Premio Nobel de Medicina y Fisiología por el descubrimiento de que la anterohipófisis regulaba no solo el crecimiento sino también el metabolismo de los hidratos de carbono. En 1958 fue designado el primer presidente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas –Co.N.I.Ce.T.-.

En lo que a su personalidad se refiere, Cereijido recuerda que trabajaba con una pose que siempre parecía estar exhalando las glorias solemnes de su curriculum vitae. Que se trataba de una persona extremadamente austera y consideraba que los investigadores debían mantenerse al margen de las disputas salariales pues el objeto de su trabajo no es posible de tasarse al igual que tampoco lo es la homilía de un sacerdote. Era parco en el trato, particularmente diestro en no demostrar sus emociones y mantenía un inviolable espacio con sus interlocutores.

El autor ubica su primer contacto personal con quien lleva el nombre de su obra en la década de 1950.Por un ayudante de fisiologíasupo que Houssay no sólo aún vivía, sino que seguía trabajando y lo hacía en la Argentina, para finalmente enterarse que el primer jueves de cada mes, a las seis de la tarde, se reunía en la sede de la Sociedad Argentina de Biología y Medicina Experimental, cuya entrada era libre y gratuita.

Fue así que conoció la nuca de B.Houssay, quien en una antesala de la sociedad aludida dialogaba con colegas, resultando sus movimientos de tal sincronización con los de Cereijido que le impidieron observarlo de frente. Una vez en el salón de reuniones,vio a un hombre de escandalosa sobriedad, que no malgastaba sus gestos, ademanes y palabras, aferrándose rigurosamente al protocolo.[3]

·         “Alpargatas sí, libros no”

En 1943 un gobierno militar de facto había cerrado las facultades de la universidad, Houssay con otras personalidades suscribieron un manifiesto publicado el 16 de octubre de ese año en el diario La Prensaen el que se declaró que el país debía retornar a la normalidad institucional. El régimen lo tomó como un desacato y separó a Houssay del instituto de fisiología de la Facultad de Medicina, de comisiones oficiales y hasta de la Asociación Argentina para el Progreso de la Ciencias.

El 25 de abril de 1945 lo amnistiaron y le devolvieron su instituto. El peronismo contaba no sólo con el apoyo del ejército, más aún con el de las masas obreras de los arrabales industriales y el de los peones rurales. Este grupo proclamaba en sus cánticos “Alpargatas sí, libros no”, Houssay quedaba así contra la prédica populista del gobierno, el cual resolvió jubilarlo el 6 de septiembre de 1946 y cesantear a sus colaboradores.

Los peronistas tildaban a Houssay como un académico conservador que no había protestado contra los regímenes militares previos y que ahora sí lo hacía cuando un movimiento popular intentaba disolver la elite oligárquica que hacía de la universidad un feudo.

Es durante la época del peronismo, alrededor del año 1950 cuando, a criterio de Cereijido, la ciencia y tecnología tuvieron el mayor apoyo en nuestro país. Específicamente, con la motivación que provocó el denominado “Proyecto Huemul” –al que luego me referiré-, se creó el 31 de mayo de aquel año la Comisión Nacional de Energía Atómica –C.N.E.A.-, cuyo presidente inicial, circunstancia que revela el apoyo que se le otorgó, fue el presidente Juan Domingo Perón. El 2 de agosto de ese mismo año, el secretario de la presidencia de la Nación, coronel Enrique González, fue nombrado secretario general de la C.N.E.A. y se creó una Dirección Nacional de Investigaciones –D.N.I.- que él mismo presidió. Por último, para ese momento había también un Ministerio de Asuntos Técnicos a cargo de Raúl Mendé.  

Por otro lado, en lo que al suceso puntual de la isla Huemul respecta –cercana a la ciudad de Bariloche-, cabe a prieta síntesis mencionar que Perón en 1948 se vio entusiasmado por el científico alemán Ronald Richter para intentar obtener energía atómica a través de la fusión. Instalado el nombrado en la isla Huemul procedió a lo que el autor calificó como “una verdadera orgía de dispendios descabellados”.[4] Mientras que en 1951 el científico anunció haber alcanzado sus objetivos, extremo que Perón difundió públicamente; en 1953 dos comisiones de científicos arribaron a la conclusión que se trató de un fiasco.

De este episodio el autor extrae como conclusión que los burócratas que malversan fondos hacia un único y salvador proyecto tecnológico desconocen que el desarrollo científico se logra por el apoyo a todo el abanico que incluye desde la ciencia básica hasta la tecnología y producción.

·         Los Reformistas

El discípulo que escribió el libro menciona que sus compañeros y él estaban a favor del gobierno tripartito de la universidad (profesores, graduados y alumnos), como así también que eran laicos, anticlericales para ser más precisos. Por el contrario, Eduardo Braun Menendez, profesor de la universidad y con quien trabajaban en el instituto era un militante católico, y pensaba que el gobierno tripartito era algo así como la sovietización de la universidad.

Por su parte a Houssay le resultaba irónico que un gobierno militar de facto, como el de la Revolución Libertadora, que imponía su mandato mediante decretos-leyes, le volviera a otorgar vigencia a una forma tan deliberativa de la universidad, en la que los representantes de graduados y estudiantes tuvieran igualdad de decisión en relación a los delegados de los profesores. Si bien obtuvo un reconocimiento público después de tantos años de proscripción, carecía de capacidad de cambio en la que fue su casa de estudios.

·         Título Habilitante

Según Braun Menéndez cualquier universidad podía otorgar diplomas y certificados, tal como lo hace una academia de mecanografía o de yudo; pero no tienen el derecho de otorgar títulos habilitantes para ejercer profesión alguna. Le compete exclusivamente al Estado la “gravísima responsabilidad”[5] de constatar previamente y autorizar después al requirente. El nombrado creía que las universidades buscaban atraer alumnos utilizando los diplomas como señuelos ya que no lo podían lograr con la calidad de enseñanza que brindaban.

·         Las riendas de la ciencia

Aunque la universidad le dio la espalda para que él la condujere, una circunstancia institucional le daría la oportunidad de planear la actividad científica nacional. El vicepresidente de la nación, almirante Isaac. Rojas, le requirió a la Academia Nacional de Ciencias presentar un anteproyecto de ley para conformarel Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas –Co.N.I.Ce.T.-, el cual se creó por decreto n° 1.291 como organismo descentralizado dependiente de la Presidencia de la Nación. En la primera reunión del directorio resultó elegido como presidente Bernardo Houssay.

Se darían dos posiciones confrontadas en cuanto a la política que debería seguir el Consejo. A saber por un lado el espíritu representado por quienes provenían de la Facultad de Ciencias Exactas que deseaban poner a la universidad al servicio de la tecnología y la industria -trascender de su casa de estudios a nivel nacional-.Intentándose transmitir al Co.N.I.Ce.T. tal horizonte fue propuestopara ejercer la vicepresidencia el decano de aquella facultad Rolando V. García.

La postura del nombrado buscaba un aporte económico masivo brindado a la institución para impulsar la actividad científica y técnica de todo el país, quería definitivamente relacionar la investigación básica con la aplicada y ésta con la tecnología, para que la producción sea moderna y competitiva. No pretendía que el Co.N.I.Ce.T. fuese meramente para solicitar becas y subsidios.Por el contrario B. Houssay pretendía que fuesen los investigadores y no la institución quienes propusieran proyectos y solicitasen fondos.

Otro punto medular en el que se bifurcaban sus opiniones radicaba en cuanto a la función de la universidad. García quería que se reforzase a la casa de estudios y que todos los institutos extra universitarios se conectasen con ésta. Por el contrario Houssay pretendía que los institutos se conectasen directamente con el Co.N.I.Ce.T. El viraje del nombrado, quien hasta ese momento sostenía que las investigaciones debían realizarse en la universidades, fincó en considerar que en aquél momento las casas de estudios estaban colmadas por debates políticos, donde las decisiones se tomaban por el voto el que era susceptible de presión gremial y componendas políticas.

A su vez Houssay criticaba que al destinar fondos a los investigadores a través de la universidad, ésta les quitaba a aquéllos la derivación de recursos propios; englobaba el apoyo externo en el presupuesto universitario y los beneficiarios –investigadores- debían solicitar por segunda vez que se efectivice la medida, la cual estaría condicionada al cumplimiento de las normas que los propios burócratas creaban a los efectos de arropar el nuevo destino que a sus propios fines le otorgaban. 

Finalmente se impone la postura de Houssay, se crean comisiones para procesar solicitudes de subsidios y becas. A criterio de Cereijido se desperdició la predisposición de un gobierno que tenía intenciones de modernizar a un país requiriéndole una cantidad de fondos ínfimos.[6]

·         Profesores investigadores

            Un punto sensible que provocaba discordancia en el Co.N.I.Ce.T. y la universidad radicaba en la dedicación exclusiva. Al respecto Cereijido dice remontándose a su época de alumno: “Las materias básicas no eran dictadas por investigadores. Los profesores eran médicos que interrumpían su ejercicio profesional para venir a regurgitarnos los textos que acababan (‘acababan’ en el mejor de los casos) de leer.”

Desde Houssay hasta los de la facultad de Ciencias Exactas –recuérdese que respondían a R. García su “opositor” en el Co.N.I.Ce.T.-, como losinvestigadores y profesores de las restantes facultades estaban de acuerdo en que se debía otorgar prioridad a los profesores investigadores, postura que incluso abarcaba el propio rector RisieriFrondizi.

Desde su génesis la universidad había sido una federación de escuelas profesionales cuyos profesores era cirujanos, abogados, contadores, dentistas, etc., cuyo aporte sobre la experiencia cotidiana era muy valioso. Toda vez que este grupo de profesores no quería o podía renunciar a la actividad que ejercían por fuera de la docencia, si bien la dedicación exclusiva sería opcional, veían potencialmente afectados sus cargos en la universidad por lo cual sus delegados ante el consejo universitario no la favorecían.

Ante este cuadro de situación el avance estaría dado por la provisión por parte del Estado de una cantidad de fondos suficiente que permitiese abonar sueldos que posibilitasen la dedicación exclusiva, extremo que se alcanzó una vez que el ministro de economía Álvaro Alsogaray y el presidente Arturo Frondizi suscribieron el decreto pertinente.El 12 de mayo de 1961 el Co.N.I.Ce.T. a cargo de Houssay creó su propia carrera de investigador, compensando con dinero y otros beneficios a aquéllos que a su criterio cumplen su tarea con más éxito.

·         Provincia de ultra mar

Por su parte, Cereijido una vez doctorado viajó a Boston –Estados Unidos- para ingresar al Laboratorio de Biofísica de A. K. Solomon en Harvard. Él se refiere con el rótulo de “Provincia de ultra mar” al aludir al fenómeno de aquéllos científicos que emigraron ante la falta de recursos para la investigación en el país. Desde la distancia concluyó que el estado lamentable en el que se encontraba nuestra sociedad, nuestro atraso científico y técnico y la profusión de gobiernos dictatoriales fincaba en lo que denominó principio de autoridad en virtud del cual algo es verdad o mentira según quién lo dijese: el presidente, un decreto, el director del instituto, etc. Por el contrario, en las ciencias el cuestionamiento es la actitud central del progreso. 

Al regresar al país se encontró con uno que seguía teniendo un concepto mágico-religioso de la realidad y entre cuya escala de valores incluía el dogma y la revelación. En los países subdesarrollados, el investigador no es libre de profundizar pues se le impone por la autoridad la información ya interpretada por otros hombres la cual debe acatar. Por eso advirtió que en el país continuaba errándose al diagnóstico pues no se trataba de un problema de origen económico.

·         La noche de los bastones largos

En 1966, frente al estancamiento del país a muchos argentinos les enfadaba la actitud parsimoniosa del presidente A. Illia. Mientras que algunos proclamaban que las fuerzas armadas pusieran orden, otros las veían como una amenaza. La disconformidad y protesta ante el fracaso del tibio intento para desarrollar un aparato científico, técnico y productivo fue leído por algunos como la causa y no la consecuencia de ese malestar.

El 28 de junio de 1966 las fuerzas armadas derrocaron a A. Illia y el 29 de julio de ese año ingresaron a la universidad a garrotazos a imponer sus razones, hecho que se denominó “La noche de los bastones largos”. Esto provocó la renuncia y expulsión de un enorme número de universitarios, muchos de los cuales emigraron al exterior. Buena parte del país observó el acontecimiento como “otra trifulca en la universidad”. Por su parte Houssay, creía en el apoliticismo, en virtud de lo cual los investigadores debían aceptar dócilmente la línea política que se les imponía, ello resultaba contradictorio con su actitud en el año 1943 y su experiencia de 1946.

Cereijido remitió una carta de indignación a Luis Botet, interventor de la universidad, quien lo expulsó de su cargo, pero para su sorpresa al igual que para alrededor de un centenar de científicos, pudieron continuar prestando funciones por la intervención de la Junta de Investigaciones de las Fuerzas Armadas.

Ø  Conclusión

            La obra ilustra didácticamente las diferentes aristas de la crisis de la investigación científica en nuestro país, brindando en cada uno de las circunstancias históricas que pondera la opinión de uno de los científicos argentinos galardonados con el Premio Nobel como también los puntos en común y contrastes que aquél enfoque tienen con las del propio autor.

            Condimentan la lectura aquéllas anécdotas que denotan la faceta humana de B. Houssay, sin que ello importe restar profundidad a la ponderación de la causa que a criterio de M. Cereijidoprovoca este flagelo, léase el principio de autoritarismo inherente a nuestra sociedad, en virtud del cual hay ausencia de actitud crítica hacia lo transmitido como verdad revelada, sea de origen foráneo o local, circunstancia que atenta contra nuestra independencia y progreso.

            Asevera el autor que los diferentes gobiernos desde el peronismo hasta la Revolución Argentina no plasmaron una política estructural que incentive, a través de la aplicación delos recursos materiales y humanos que resulten necesarios,la profundización de la investigación para su aplicación estratégica a la producción y defensa nacional.            

 


[1]CEREIJIDO, Marcelino, Fondo de Cultura Económica, primera reimpresión, Méjico, 2001.

[2]Cfr. Cereijido, op. Cit., p. 25.

[3]Ibid p. 40/1.

[4]Ibid p. 52.

[5]Ibid p. 93.

[6]Ibid p. 136/7.

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